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Los hechos son sagrados, las opiniones libres

  • Foto del escritor: Valentina Danaus
    Valentina Danaus
  • 22 dic 2022
  • 2 Min. de lectura

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Si hay algún tema que despierte discusiones convulsas en el desarrollo del periodismo moderno ese es el de la libertad de opinión. Un derecho esencial que ha pasado, que ha forjado y reformado esenciales aspectos de lo que consideramos el mundo libre y uno de los requisitos en la instauración de nuestra anhelada democracia.


Sin embargo, en la legitimación del valor del individuo y la necesaria apertura de puertas a nuevas perspectivas nuestro entendimiento sobre el valor y la independencia de la opinión ha pasado por una serie de cambios en los cuales hemos perdido la perspectiva del contexto en el que una opinión es forjada, llegando a equiparar el valor de una opinión y su subjetividad y complejidad innata con el valor objetivo e impersonal de un hecho verídico.


Esta equiparación social nos lleva a un deterioro de la información, con muchos casos cayendo en un ejemplo perfecto de una falacia de autoridad, donde otorgamos la validez de un anuncio en base a quién lo dice y no en su contenido. Es una tergiversación de lo que significa la libertad de expresión.


Todas las opiniones son válidas en cuanto pueden proceder de cualquiera, pero no todo mensaje se puede considerar educado o equiparable a una opinión más formada. Las opiniones existen en su contexto, expresando la verdad desde los ojos del emisor, más allá de lo objetivo, en matices de aciertos y desaciertos.


Hemos de tener en cuenta que la relación entre opinión y hecho no tiene una naturaleza independiente. Las opiniones se basan en hechos y por lo tanto su validez está directamente conectada con la validez de los hechos y la capacidad de interpretación. No se puede tener una opinión fundamentada en nada y una opinión está destinada a no acertar cuando compromete la integridad de los hechos.


La importancia de tener esta distinción clara al hacer periodismo es esencial en cuanto el periodista tiene una posición de influencia social en la cual debe proceder con responsabilidad y cautelo.


Sin embargo, la relación entre sociedad y periodismo no es unilateral sino simbiótica, así como el periodismo ayuda a forjar la sociedad asimismo forja la sociedad al periodismo. No es de extrañar por lo tanto que en una sociedad de consumo hayamos convertido en un mercado incluso al flujo de información.


El periodismo moderno está basado en el principio de la inmediatez y la globalización, aspectos que en medio de sus irrefutables beneficios han traído una serie de traspasos con ellos, incluyendo el descuido de la calidad de la información, dando paso a opiniones desinformadas que se nos escabullen más fácilmente.


Por lo tanto, no podemos abordar el periodismo con el afán comercial y persuasivo de un vendedor ofreciendo un producto, dispuesto a adaptar su discurso conforme a las demandas de la venta, la información es un intercambio en el que debemos recordar que el cliente no siempre tiene la razón, sobre todo cuando no sabe lo que compra.

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